002 – La Necesidad de reconocimiento en el mundo actual – Luz María Parada P

RESUMEN 

El presente trabajo busca reflexionar respecto a la concepción de ser humano que se encuentra a la base del humanismo, y por tanto de la era técnica, esto es, respecto a la definición del ser humano como animal racional, en cuanto se trata de una consideración que ha llevado a la exclusión de variadas subjetividades, que hoy representan la alteridad, en la medida que exceden los criterios hegemónicos que definen nuestro sistema social. Se propone la consideración de una nueva visión de lo humano sustentada en los pensamientos de Heidegger y Ortega, en cuanto el viviente es en el mundo, a partir de lo cual la inclusión de la alteridad se hace necesaria, en cuanto constituyente de la circunstancia actual, siendo el único camino posible para la realización de una existencia genuina, en cuanto el ser humano está constituido por el yo y su circunstancia, o mundo en el que vive.

INTRODUCCIÓN 

En la época actual asistimos a la lucha por el reconocimiento de distintos grupos sociales que, históricamente, han sido invisibilizados al estar fuera de los marcos a partir de los cuales nuestra sociedad ha sido definida. Se trata de grupos sociales que para el sistema imperante son representantes de la alteridad, en cuanto exceden los criterios hegemónicos a la base de nuestra cultura. No obstante, dichos grupos intentan ser parte, ser incluidos en un sistema social que, si bien se define como humanista, paradojalmente excluye, discrimina y desvaloriza innumerables subjetividades. Emergen los temas referidos a la igualdad de género, a la inclusión de las minorías sexuales, a la igualdad de oportunidades para los marginados y la inclusión de los inmigrantes, entre otros. A través de distintas fuentes, formales o informales, recibimos constantemente información respecto a sucesos cotidianos que ponen en juego el tema de la inclusión en una sociedad que requiere reflexionar, cuestionar y modificar los parámetros que la definen. Al profundizar en estos temas nos encontramos con que el paradigma humanista, establecido a partir de la soberanía del hombre en cuanto animal racional, pareciera haberse agotado, en cuanto no logra explicar lo que observamos en la realidad. En el mundo actual, dominado por la técnica, pareciera ser que las decisiones dependen cada vez menos de los individuos, quienes fácilmente quedan subsumidos por una atmósfera donde prima lo impersonal. Los individuos pasan a ser números que dependen de las leyes del mercado, esto es del criterio económico, donde la subjetividad de cada cual es fácilmente vulnerada e ignorada con conceptos tales como “costo social”. Surge entonces la pregunta respecto a ¿cómo pudo ocurrir esto en un mundo que se enorgullece del desarrollo que ha alcanzado la razón? Cómo pudo ocurrir esto en un mundo que se define como humanista? ¿Cuánto de esto cuestiona la definición del ser humano como animal racional? ¿Qué se requiere para poner la humanitas del ser humano a suficiente altura? Se hace necesario reflexionar respecto a como están definidos los límites y las bases de nuestra sociedad, con el objeto de pensar y cuestionar el marco dentro del cual se desarrolla el proceso social, de modo que sí decimos que hoy asistimos a una búsqueda de reconocimiento de algunas subjetividades, esto no sea un asistir como quien asiste a un espectáculo, sino un asistir en el sentido del cuidado, entendiendo que la inclusión de cada subjetividad, y por tanto de la alteridad, resulta fundamental en la recuperación de la humanidad y dignidad de lo verdaderamente humano. El presente trabajo busca reflexionar en torno a estos temas en un intento de contribuir a la discusión. 

ALGUNAS REFLEXIONES RESPECTO A LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL DE HEGEL Hegel (1830), habiendo vivido en el contexto histórico de la revolución francesa, elabora una filosofía de la historia universal que da cuenta del desarrollo de occidente, proponiendo una mirada que permitiría empezar a comprender la organización social que está a la base del sistema imperante, donde lo fundamental apunta a la contraposición del Espíritu con la naturaleza. En este sentido, destaca que en el origen el ser humano habitó en pura sensibilidad, encontrándose la existencia sumida en una realidad carente de auto-conciencia, pues la conciencia no se había diferenciado aún del mundo. Hegel pensó la historia como historia de la libertad, en cuanto es la historia del Espíritu, de la razón, que busca autonomía respecto a la naturaleza, surgiendo la idea de civilización a partir de la relación y diferencia de lo humano respecto de aquella. Se trata del proceso por medio del cual la razón se contrapone a la realidad de la naturaleza para hacerla racional. Es, entonces, la razón haciendo la historia en forma violenta, buscando dominar y superar a la naturaleza. Como sociedad heredamos un concepto de historia que se fundamenta en la idea de que la civilización se establece sobre la base de la espiritualización de la naturaleza. Se instala así una mirada discriminatoria y prejuiciada hacia aquella, y una sobrevaloración de la racionalidad, a partir de la cual la esclavitud es considerada como un estadio en la historia de la humanidad, en cuanto el ejercicio de la libertad necesariamente requeriría cierta madurez del Espíritu. Desde esta perspectiva el ser humano no puede ser considerado libre sólo por el hecho de serlo, debiendo siempre conquistar la libertad, esto es la libertad respecto a la naturaleza. Así mismo, cabe destacar que, cuando la historia se entiende como historia de la civilización se establece una relación directa con la conquista técnica de la naturaleza, con el desarrollo de las instituciones y el bienestar material de los seres humanos. Vista así la historia, ésta comprende tanto criterios que permiten medir el grado de progreso que se ha alcanzado en cada estadio respecto de los anteriores, como también parámetros de valor respecto de lo que se considera más justo, más bueno y más verdadero. Si bien desde esta perspectiva la verdad está en constante revisión , pues en cada época se va modificando, se trata de una concepción de la historia que fue escrita por unos pocos, estableciéndose implícita y explícitamente los parámetros que definen el ideal social. Ideal social que supone la valoración de una subjetividad particular, aquella representada por el europeo, que es tratada como un universal, esto es como la base del parámetro sobre el cual se define el marco social. En este sentido, todas aquellas subjetividades que no coincidan con ese ideal serán marginadas. Por otro lado, esta es la concepción de la historia que encontramos a la base del humanismo, en cuanto éste se fundamenta en una sostenida perfectibilidad de lo humano a partir de su racionalidad. Una condición básica del humanismo apunta a dar idea de lo humano como universalidad, quedando remitida a ésta las distintas subjetividades, siendo lo central la naturaleza, que es el objeto conforme al cual se miden las obras humanas y la condición original a partir de la cual acontece el desarrollo. 

CONSECUENCIAS DE LA CONQUISTA TÉCNICA DE LA NATURALEZA 

Tal como fue señalado, el humanismo deriva en una realización técnica, cuyo objetivo apunta a conquistar y dominar la naturaleza, por medio del ejercicio de la razón. Sin embargo, el desarrollo que la técnica ha tenido ha llevado a una deconstrucción del significado del antropocentrismo, quedando reducido el campo de competencia otorgado al poder del ser humano. En este sentido, si bien la técnica le ha permitido al ser humano lograr un dominio sobre la naturaleza, éste ha perdido el control sobre la realidad, sintiéndose desorientado en un mundo donde los acontecimientos dependen de fuerzas que no controla, quedando cuestionado su ámbito de poder ser. 

 El mundo que habitamos hoy es un mundo globalizado, en cuanto la técnica ha permitido que los negocios, las finanzas, el comercio y el flujo de información adquieran dimensiones planetarias, desarrollándose una sociedad, a nivel mundial, que está en permanente movimiento, en proceso de cambio constante, pero en el que, paradojalmente, las subjetividades individuales parecen perderse cada día más, especialmente la de aquellos que quedan fuera de los marcos de lo que se considera civilización. Se trata de un desarrollo que presenta el riesgo de convertirse en un proceso deshumanizante. Resulta sorprendente constatar hasta donde nos ha llevado, como humanidad, el desarrollo de la razón, encontrándonos hoy en un mundo que más allá del logro del dominio de la naturaleza, no ha logrado las condiciones de igualdad entre los seres humanos, existiendo líneas invisibles de segregación, que se levantan más allá de las fronteras naturales, y que están determinadas por las distintas condiciones de vida, las cuales se encuentran regidas por el acceso al consumo. Sí bien, la soberanía de la razón ha permitido, en términos generales, lograr cierta libertad respecto a la naturaleza, nos ha llevado a crear un mundo donde el ser humano queda cosificado en una estructura fija, inamobible, desconectado del mundo que le rodea, perdiendo así todo el sentido de su existencia. 

CONCEPTO DE LO HUMANO A LA BASE DEL HUMANISMO 

Como punto de partida es posible considerar la declaración fundacional del humanismo de Giovanni Pico della Mirandola (1486) que escribe en su libro “De la dignité de l’homme”. Se trata de una declaración que crea la ilusión de que el ser humano, a partir del desarrollo de su razón, pudiera ganarse a sí mismo de una vez y para siempre, logrando la dignidad que le corresponde a partir del dominio de la naturaleza, alcanzando así una forma definida y acabada, a partir de la cual quede definido su lugar. Pico señala “El obrero perfecto tomó al hombre y lo puso en el centro del mundo dirigiéndose a él en estos términos: “Sí no te he dado, Adán, ni un lugar determinado, ni un aspecto que te sea propio, ni algún don particular, es para que el lugar, el aspecto y los dones que tú mismo desees los obtengas y los poseas según tu elección, tu idea. En cuanto a los otros, su naturaleza definida está restringida por las leyes que hemos prescrito: a ti nada te restringe, es tu propio juicio, que te he confiado, el que te permitirá definir tu naturaleza. Sí no te hemos hecho ni celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal, es para que, dotado por así decirlo del poder arbitral y honorífico de modelarte y diseñarte a ti mismo, te des la forma que prefieras. Podrás degenerar en formas inferiores, que serán bestiales, o podrás, por decisión de tu espíritu, regenerarte en formas superiores, que son divinas” (pp.129). Se trata, pues, de una visión antropocéntrica propia de un pensamiento que destaca la soberanía total del intelecto y la voluntad, cuyo sentido sería someter a la naturaleza, quedando ésta convertida en un objeto separado del ser humano. Se trata de una concepción que deja al ser humano aislado del mundo, poniéndolo en una posición de superioridad, de dominio frente a todo aquello que represente la naturaleza. De este modo, sobresale una concepción violenta que ha llevado a producir un universo desmesurado y ajeno, en que los individuos ya no pueden reconocerse en sus propios parámetros de orientación, habiendo perdido toda conexión con el mundo. Sin embargo, también es posible ver ,en esta declaración, que se intenta definir una naturaleza para el ser humano enfatizando su poder ser, quedando entre líneas la necesidad permanente del ser humano de encontrar un lugar, pues éste pareciera escapársele cada vez que cree encontrarlo. Agamben (2002) señala que “La máquina antropológica del humanismo es un dispositivo irónico que verifica la ausencia para Homo de una naturaleza propia, manteniéndolo suspendido entre una naturaleza celeste y una terrena, entre lo animal y lo humano; y por ello, siendo siempre menos y más que sí mismo” (pp. 63). En este sentido, destaca que esta declaración ha sido impropiamente llamada de la dignidad del ser humano, pues esta no contiene y no puede contener una definición de lo humano que permita definir su dignidad en cuanto rango específico en la naturaleza, pues el lugar propio del ser humano es algo que siempre se encuentra en proceso de ser alcanzado, y sí en algún momento logró ser definido, inmediatamente se nos escapa, debiendo continuarse el proceso de búsqueda. Agamben recalca que “…el descubrimiento humanístico del hombre es el descubrimiento de su faltarse a sí mismo, de su irremediable ausencia de dignidad”

 UN NUEVO CONCEPTO DE LO HUMANO 

La definición del ser humano como animal racional es cuestionada y criticada por el pensamiento contemporáneo, especialmente por Heidegger y Ortega, quienes a través de su pensamiento logran una comprensión del ser humano que va mucho más allá de su racionalidad. Respecto a la definición del ser humano como animal racional, Ortega señala que la razón lejos de ser un don que se posee es una obligación que se tiene, siendo muy difícil de cumplir como todo propósito utópico, agregando que la capacidad de inteligir la realidad es algo que corresponde a un proceso del ser humano, y que como todo proceso puede evolucionar o desvanecerse. Por su parte Heidegger, en “Carta sobre el humanismo” (2017), señala que de seguir manteniendo la palabra humanismo ésta requiere de un nuevo significado que permita captar, no sólo la realidad efectiva, sino todas las posibilidades contenidas en la esencia del ser humano, sin dejarlo restringido sólo a su condición de animal racional, que no da cuenta de su auténtica dignidad. Heidegger habla, entonces, de un “…humanismo que piensa la humanidad del hombre desde su proximidad al ser. Pero, al mismo tiempo, es un humanismo en el que lo que está en juego ya no es el hombre, sino la esencia histórica del hombre en su origen procedente de la verdad del ser” (pp.159). De este modo, plantea una “…reflexión que no sólo piense en el hombre, sino en la “naturaleza” del hombre, y no sólo en la naturaleza, sino, de modo más inicial todavía, en la dimensión en la que la esencia del hombre, determinada desde el ser mismo, encuentra su lugar” (pp.161). Desde esta mirada rescatamos una visión de lo humano que va mucho más allá de su aspecto racional, sobresaliendo un concepto de libertad que se refiere al ámbito de las posibilidades contenidas en la esencia del ser humano, que difiere enormemente de la idea de libertad establecida respecto al dominio de la naturaleza. Cabe recordar que Heidegger en su analítica existencial se refiere al existente como Dasein, descartando el uso de términos tales como sujeto, alma, conciencia, espíritu, persona y hombre en cuanto con ellos se tiende a una substancialización del ser humano, quedando este cosificado. Heidegger subraya que el Dasein es cada vez su posibilidad, destacando que en el ser humano sólo encontramos “modos de ser”, por lo que cada cual es lo que hace. Heidegger enfatiza que las representaciones objetivantes del Dasein deben ser abandonadas de tal modo de no dejarlo encerrado, pues este Ser-Ahí (Dasein) es ser-en-el-mundo. En Seminarios de Zollikon señala que “…el existir humano en su fundamento esencial nunca es sólo un objeto (Gegenstand) que esté ahí en algún lugar, ni mucho menos un objeto cerrado en sí. Más bien este existir consiste en meras posibilidades-de-percibir óptica y táctilmente no aprehensibles, que están orientadas hacia aquello que, interpelando, se le enfrenta…La constitución fundamental del existir humano que ha de ser vista de forma nueva debe llamarse Da-sein o ser-en-el-mundo…el existir como Da-sein significa el mantener abierto un ámbito que consiste en poder percibir las significaciones de las cosas que le son dadas y que lo interpelan a partir del despejamiento de éste. El Dasein humano en tanto ámbito del poder-percibir, nunca es un objeto que esté meramente ahí. Por el contrario, no es de ningún modo ni bajo ninguna circunstancia algo que pueda ser objetivado” (pp.29-30). De este modo, para Heidegger lo que constituye al ser humano es su despejamiento, su aperturidad, su estado de abierto, que es lo que llama la condición de arrojado. En este sentido, somos responsables de nuestra propia existencia, pues esta ha sido entregada a nuestra responsabilidad, y por tanto, debemos responder a ella. En su condición de arrojado, el Dasein se da cuenta que es y que tiene que seguir siendo, que tiene que seguir sosteniéndose en vilo, que la existencia le ha sido entregada y que está a cargo de ella. Condición de arrojado a la cual Ortega (1998) también se refiere, señalando que vivir es encontrarse de pronto y sin saber cómo, caído, sumergido, proyectado en un mundo infranqueable. Esto es, nos encontramos con la vida, en una sorpresa de existir, sin nuestra anuencia. Somos arrojados a la vida y debemos aprender a vivir viviendo en la circunstancia en que nos encontremos. De este modo, el ser humano debe ser entendido desde su vida. Desde esta perspectiva, en cuanto la vida se encuentra a sí misma descubre también el mundo, es decir la circunstancia en la cual se encuentra; circunstancia compuesta por distintas cosas que nos afectan de diferentes maneras, debiendo cada cual habérselas con cada una de  ellas, siendo todo vivir un ocuparse con aquello que no es uno mismo, todo vivir es convivir, hallarse frente al mundo, con el mundo, dentro del mundo, el cual también es inseparable de nosotros. El mundo, la circunstancia es vista, entonces, como una parte esencial constituyente del ser humano, el cual desde esta perspectiva deja de estar solo, fuera del mundo al que tiene que conocer y dominar por medio de la razón. El ser humano es en el mundo, en su vida constituida por el yo y su circunstancia. El ser humano tendría, entonces, un carácter ex-céntrico, pues se ubica en algo más amplio, su mundo, del cual forma parte y lo sobrepasa. En “Meditaciones del Quijote”, Ortega señala que “El hombre rinde el máximun de su capacidad cuando adquiere plena conciencia de sus circunstancias”, en cuanto la vida es en relación. “La circunstancia es, por lo pronto, lo más próximo, la mano que el universo tiende a cada cual y a que hay que agarrarse, que es preciso estrechar entusiastamente si se quiere vivir con autenticidad” (pp.319). En este sentido, las cosas tienen cualidades relativas, en cuanto son cualidades que sólo poseen en relación unas con otras, formando entre todas una estructura. La potencialidad de cada cosa sólo aparece cuando entra en relación con las demás cosas constitutivas de su circunstancia. Para Ortega, tal como escribe en el texto ya citado, “…esto es la profundidad de algo; lo que hay en ello de reflejo de lo demás. El reflejo es la forma más sensible de existencia virtual de una cosa en otra. El “sentido” de una cosa es la forma suprema de su coexistencia con las demás, es su dimensión de profundidad. No, no me basta con tener la materialidad de una cosa, necesito, además, conocer el “sentido” que tiene, es decir, la sombra mística que sobre ella vierte el resto del universo” (pp.351). Desde esta nueva perspectiva, existir es primordialmente co-existir, es ver yo algo que no soy yo. Se trata de una interdependencia entre yo y el mundo, que lleva a Ortega a plantear que el viviente solo puede salvarse en el mundo, en las cosas, en cuanto es a través de éstas presentes en su mundo, y de su relación con ellas, que puede lograr su máxima potencialidad de ser. El ser humano no puede ser entonces visto como una estructura fija, aislada de cuanto le rodea; esto es, no puede ser cosificado. Se trata, entonces, de pensar en lo humano a partir de conceptos que enfaticen su ser ocasional, circunstancial, en cuanto el mundo que lo rodea permanentemente lo confrontará con nuevas posibilidades de ser. En este sentido, se trata de un pensar diferente al que se sustenta en el concepto, se trata de un pensar fenomenológico que es capaz de detenerse en la realidad para comprenderla y recibir de ella lo que tiene para enseñarnos. En este sentido, tal como Ortega señala, pasamos de un ámbito ontológico neutro en el que el yo se encuentra separado del mundo, a un ámbito ontológico constituido por el dinamismo de un acontecer entre mi persona y las cosas como único camino para la realización plena de la existencia genuina. 

EN EL CAMINO DE RECUPERAR LA HUMANIDAD DEL SER HUMANO 

A partir de lo señalado en torno a la nueva concepción de lo humano presente en los pensamientos de Heidegger y Ortega, respecto a que el viviente es en el mundo, de que el yo y el mundo son en activa correlación, es posible plantear que la recuperación de la dignidad y humanidad del ser humano sólo puede ser alcanzada a través del encuentro con la alteridad, representada por las subjetividades que han sido marginadas del sistema, en cuanto nos llevan a cuestionar las bases a partir de las cuales se ha definido el marco social. En la medida que el mundo en que nos toca vivir está constituido por distintas subjetividades, éstas ya son parte de nuestra vida, abriéndose un espacio donde la confrontación y el cuestionamiento se constituyen como único camino para la realización de la existencia, en cuanto es a través del encuentro con la alteridad que se hace posible recuperar nuestra esencia como seres humanos, que tal como señalara Heidegger está en la aperturidad, en el estado de abierto, en nuestra condición de arrojados que nos permite abrirnos a nuevos modos de ser, a nuevas posibilidades de existencia, frente a las cuales ninguna podría ser excluida.