Número 1, Volumen 1, Marzo 2019 28 | Escritos Relacionales, IARPP-Chile
Nuestr@s Jovenes Trans: Relato De Un Encuentro
Pía Varela.*
RESUMEN
La autora describe su experiencia participando en un estudio con adolescentes trans chilenos. Este estudio, solicitado por el MINEDUC, tuvo como objetivo conocer las vivencias de estos jóvenes en el ámbito personal, familiar y escolar, recopilando información relevante para el desarrollo de políticas públicas que favorezcan su inserción escolar. Si bien la presencia de personas trans es cada vez más visible en nuestra sociedad, esta población sigue siendo discriminada, excluida y rechazada, con el consecuente daño a su salud mental. Se plantea que el rechazo social se gesta en el temor a lo distinto y a todo lo que se perciba como amenazante para los propios paradigmas. Se destaca que los terapeutas no están libres de estos temores y prejuicios, y que éstos pueden interferir inadvertidamente en la forma en que se acercan a la temática trans y a las personas trans. La autora relata sus propias vivencias suscitadas en el encuentro con estos adolescentes. Tomando en cuenta los resultados del estudio, se plantea la existencia de una asociación importante entre inserción social, aceptación y respeto por las identidades trans de estos jóvenes, y el bienestar psicológico observado en ellos.
La presencia y participación de personas transgénero en nuestra comunidad es cada vez más visible. Manifestaciones ciudadanas, expresiones artísticas, películas y testimonios personales dados a conocer por la prensa han aportado en esta dirección. Recientemente se aprobó en nuestro país la Ley de Identidad de Género que permite el cambio de nombre y sexo registral, resguardando así el derecho de las personas a una identidad acorde a la experiencia vivida. Si bien los niños y niñas quedaron excluidos de esta ley y el cambio de sexo registral es solo una posibilidad para los menores desde los 14 años con autorización, el debate ha permitido que la comunidad cuente con mayor información. Se reconoce ahora que la identidad de género es una vivencia interna y personal que puede o no corresponder con el sexo asignado al nacer y que todas las personas tienen derecho a un trato digno y a no ser discriminadas por su identidad de género.
Sin embargo, la mayoría de los terapeutas nos sentimos -por lo menos hasta el día de hoy- insuficientemente preparados y capacitados para comprender y ayudar a personas trans con los desafíos que deben enfrentar en la búsqueda de una buena inserción social. Nos encontramos mal informados, desorientados y constatamos que los modelos teóricos psicoanalíticos con los que hemos trabajado en nuestra práctica clínica no logran comprender la experiencia de estas personas de manera satisfactoria.
La Unidad de Inclusión y Participación Ciudadana del Ministerio de Educación solicitó durante el segundo semestre de 2016 a un equipo de psicólogas1 del que yo era parte, el diseño e implementación de un estudio participativo con niños, niñas y adolescentes trans para obtener información directa de sus experiencias. Con esta información se desarrollaría un plan de inclusión de la comunidad LGTBTI en el sistema escolar. Los resultados de este estudio desembocaron en la Circular de la Superintendencia que establece medidas obligatorias para la inclusión de niñas, niños y adolescentes trans en los establecimientos escolares (2018).
INFORMACION RELEVANTE
Para un/a joven trans, la experiencia subjetiva que tiene respecto a su identidad no coincide con sus características sexuales biológicas al nacer. Como ha estudiado y descrito Martínez y colaboradores (2017), los niños trans generalmente experimentan una sensación difusa de no conformidad con su género e intuyen que esto es un problema, pero habitualmente no logran reconocerse como trans por ausencia de denominaciones en el lenguaje cotidiano y referentes sociales visibles.
Sienten la incongruencia, pero no saben cómo llamarla. Por esto, muchos no se identifican como trans durante la infancia.
Durante la adolescencia la incomodidad, confusión y cuestionamiento aumentan. El desafío y la necesidad, propia de esta etapa del ciclo vital, de integrar la sexualidad y de perfilar una identidad sexual, impulsan un proceso de exploración más intenso.
Cuando el adolescente finalmente se reconoce como trans suele experimentar un alivio inicial. Por fin pueden darle una coherencia a su experiencia, pero luego sobreviene la angustia y desesperanza. Surge un cuestionamiento profundamente existencial: ¿Cómo voy a ser trans? ¿Qué impacto tendrá en mi familia? ¿Me podré insertar socialmente? ¿Legalmente?
¿Corporalmente? (Martínez et al. 2017) Las respuestas a estas preguntas no son fáciles y el futuro que imagina parece oscuro.
Históricamente los transexuales han sido marginados de la sociedad occidental. Rechazados por sus familiares, sin mayores posibilidades laborales más allá de la prostitución, no es poco frecuente que presenten conductas autodestructivas y altos índices de suicidio (Tomic et al, 2016). La alta prevalencia de trastornos del ánimo, trastornos de ansiedad y abuso de alcohol y drogas en esta población se ha podido relacionar con la estigmatización y dificultades sociales que sufren (APA, 2012). Para muchos de ellos, la posibilidad de insertarse socialmente siendo la persona que realmente son, parece imposible e irrealizable.
Las estadísticas muestran (Tomic et al. 2016) que esta profunda angustia existencial, síntomas psiquiátricos y riesgo suicida, disminuyen cuando los jóvenes socializan su condición y la respuesta familiar y social es de aceptación. También se ha observado una mejoría en el bienestar psicológico cuando las personas que así lo desean inician tratamientos hormonales y realizan intervenciones quirúrgicas de reasignación sexual.
Pero, aunque se complete el proceso de reasignación sexual, el desafío respecto al logro de la inserción y reconocimiento social continúa, no exento de muchas dificultades. Nosotros como clínicos, en la medida en que estemos poco preparados para el trabajo con personas de diversidad sexual, no sólo no podremos ayudar en este proceso, sino que corremos el riesgo actuar iatrogénicamente. A través de velados juicios críticos y patologizantes, o imposición de conductas heteronormativas, dañamos y nos distanciamos. Ser un psicoterapeuta culturalmente competente (APA, 2012) exige que nos informemos y que conozcamos.
Este estudio con escolares trans no solo tuvo trascendencia a nivel de políticas públicas, sino que también tuvo un impacto a nivel personal en las profesionales que participamos en él. En este estudio conocimos jóvenes que contaron sobre las vivencias y desafíos que enfrentan en el proceso de transición en el ámbito escolar y social. Conocerlos me llevó a reflexionar sobre cómo nos relacionamos con personas distintas y desconocidas. Lo ajeno despierta temor, qué duda cabe. Surgen angustias tremendas, catastróficas, frente a la amenaza que representa lo diferente. Pareciera ser que lo distinto amenazara con derrumbar todo el “orden” conocido. La reacción entonces, tiende a ser de rechazo y distancia.
La “amenazante diferencia” debe ser aislada, descalificada y aniquilada. Lamentablemente este temor crea una brecha infranqueable y el encuentro con esos otros diferentes se vuelve imposible. Los jóvenes trans sufren por consecuencia de nuestros temores.
Comprender la naturaleza y origen de las aprensiones que en muchos se despiertan no justifica que nos quedemos atrincherados en ellas. Quisiera compartir algo de lo que estos jóvenes comunicaron. Creo que tener acceso a información y conocer, aunque sea indirectamente, algo de las vivencias y de las dificultades que enfrentan día a día, tiende puentes y favorece el encuentro. Mi experiencia es que estos encuentros, lejos de ser catastróficos, tienen un potencial nutritivo y creativo invaluable para todos.
LA PREPARACIÓN
Todas las que conformamos el equipo a cargo del estudio éramos psicólogas clínicas. Sin embargo, para la mayoría ésta era la primera vez que tendríamos contacto directo y cercano con personas trans. Para prepararnos estudiamos y constatamos en el proceso lo poco que sabíamos y lo mucho que ignorábamos. Nos encontrábamos con términos y lenguaje desconocidos y leíamos sobre experiencias de vidas que nos parecían distintas y lejanas. Todo resultaba difícil de asimilar. A posteriori pienso que reconocer nuestra comprensión como limitada nos permitió acercarnos a estos jóvenes y a sus experiencias de buena manera. Los beneficios de encontrarnos con nuestros límites comprensivos fueron dos: humildad y curiosidad.
Sin duda, la transexualidad excede el paradigma binario hombre-mujer, femenino-masculino y nos exige un pensamiento más complejo, que permita acoger la multiplicidad y diversidad sin descalificar como “malo” aquello que no calza con el molde tradicional. Nos obliga -también a nosotros- a transitar hacia una disposición más hospitalaria e inclusiva de lo diverso.
Desde el psicoanálisis, Rougton (2001) nos advirtió que nuestros prejuicios heteronormativos teóricos y personales pueden representar una barrera para la adecuada comprensión psicoanalítica. Los modelos psicoanalíticos clásicos no logran dar
cuenta de la experiencia trans, y por lo general tienden a patologizar y promover actitudes críticas. Entonces, para conocer y comprender las experiencias trans es necesario acercarnos con apertura, curiosidad y respeto. El desafío no es menor: poder pensar fuera de los marcos conocidos es difícil para todos. En este caso requerimos, por un lado, poder pensar fuera de las categorías binarias hombre-mujer y por otro, pensar fuera de los límites establecidos por nuestros antiguos marcos teóricos. Este escenario amenaza nuestra identidad en varios planos. Creo que para las psicólogas que participamos en este estudio, el hecho de que nuestras identidades psicoanalíticas estuvieran fundadas en torno a la curiosidad e interés por las subjetividades individuales y no tanto en la adhesión a un modelo teórico particular, facilitó y favoreció el abordaje de este desafío.
Si bien la experiencia que relataré acá no se refiere a un caso clínico, pienso que la información que de ella se extrae sí puede resultar útil para el quehacer clínico. En esta investigación no hubo una recolección detallada de las historias de vida de los participantes, ni análisis de sus conflictos o de sus fantasías inconscientes. Lo que hicimos fue escuchar atentamente lo que estos jóvenes nos querían decir, entregándonos información que estimo esencial para el trabajo analítico y terapéutico con ellos.
EL ESTUDIO
Con el objetivo de recolectar información respecto a la experiencia de niños, niñas y adolescentes trans utilizamos una metodología cualitativa de focus grupos para conocer y explorar sus experiencias íntimas y subjetivas en el ámbito escolar. Los participantes, que fueron convocados a través de Organizaciones LGTBI, se dividirían en tres grupos: niños/as, púberes y adolescentes, según sus edades cronológicas. Se estimó que la actividad con cada grupo duraría unas 5 horas aproximadamente. Los encuentros se realizaron en la Facultad de Educación de la Universidad Diego Portales. Yo participé como facilitadora del grupo con adolescentes.
NUESTRO ENCUENTRO
El día del encuentro los jóvenes participantes llegaron puntuales. No se conocían entre sí, pero no demoraron en empezar a conversar entre ellas/os afuera de la sala donde nos reuniríamos. Algunos venían acompañados por sus padres, otros por representantes de las organizaciones sociales a través de las cuales los habíamos contactado. La primera actividad fue una reunión informativa para explicar el objetivo de la convocatoria y contestar las preguntas que pudieran surgir. Tenían varias.
Nos preguntaron por el uso de la información que extraeríamos de este encuentro. ¿Dónde aparecería? ¿Quién la tendría? ¿Para qué la queríamos? Les preocupaba nuestra capacitación y conocimientos sobre realidades trans. Nos preguntaron por nuestro lugar de trabajo y nos pidieron antecedentes académicos.
Era evidente que desconfiaban. Al parecer habían tenido malas experiencias en el pasado. Los adultos se veían tensos y preocupados. Como padres y madres querían proteger a sus hijos en una situación potencialmente peligrosa. Todos los participantes estaban ahí voluntariamente, pero ninguno nos conocía, y si recordaban experiencias pasadas tenían razones para temer ser criticados o maltratados.
Nosotras también estábamos preocupadas. No sabíamos con qué ni con quiénes nos íbamos a encontrar. ¿Cómo serían estos niños/as y jóvenes? ¿Cómo nos tratarían? ¿Participarían? ¿Qué nos dirían? Teníamos una expectativa, no del todo explicitada, que estos niños/as y adolescentes trans serían muy distintos a los niños y adolescentes que habíamos conocido hasta ese día. En nuestra fantasía predominaba la diferencia y no dábamos cabida a la posibilidad de que existieran semejanzas y similitudes. Retrospectivamente me parece increíble que hubiese sido así y que no alojáramos la expectativa de encontrarnos con niños/as y jóvenes con intereses, deseos y temores como los de cualquier otro niño/a o joven.
DESCRIPCION DEL GRUPO
El grupo en el que participé se conformó por siete adolescentes que tenían entre 16 y 20 años y dos facilitadoras. De estos jóvenes, tres habían transitado a una identidad de género masculina y cuatro a una identidad de género femenina. Un participante se había retirado del sistema escolar y dos ya habían egresado.
ESCUCHANDOL@S
Los adolescentes entraron a la sala donde se realizaría la sesión acompañados por una representante de una Organización de Diversidad Sexual. Como ya nos lo habían comunicado, en el pasado habían tenido malas experiencias en instancias similares y no se arriesgarían a descuidar a sus jóvenes dejándolos solos. Desde el inicio los jóvenes mostraron interés por contar sus experiencias y éste fue aumentando durante el transcurso de la reunión. Este entusiasmo surgió espontáneamente y de manera no prevista por nosotras, por lo que decidimos extender la actividad por más tiempo de lo originalmente programado. Optamos también por no realizar algunas de las actividades previamente planificadas y permitimos un libre curso del diálogo, permitiéndonos obtener toda la información que buscábamos. Nos sorprendió el alto grado de elaboración y reflexión que mostraron tener respecto a su condición y a las dificultades que habían enfrentado.
Todo lo que contaron nos resultó genuino, personal y profundamente emotivo. Por cierto, a las que facilitamos y dirigimos el grupo, lo conversado nos tocó de una manera muy íntima.
Me gustaría destacar que dos de los participantes se mantuvieron más silentes durante la jornada. Compartían cuando se les pedía directamente su opinión o cuando se requería que participaran en alguna de las actividades preparadas, pero no comunicaban espontáneamente sus pensamientos o experiencias. Se veían apagados y decaídos. Durante el transcurso de la jornada nos contaron que no habían hecho pública su condición en el ámbito escolar. Como expondré más adelante, me parece que existe una correlación entre la forma en que estos jóvenes logran socializar sus identidades trans en la comunidad y el bienestar general que manifiestan.
Todos los participantes se presentaron utilizando su nombre social y no su nombre legal. Durante la jornada nos contaron lo importante que es para ellos ser llamados así, y el hito que marca en sus vidas el momento en este nombre es reconocido y utilizado por su entorno. Simboliza la existencia social de la persona que son y es el resultado de un proceso arduo, tanto para ellos como para sus familias y comunidades escolares.
Previo a socializar su condición de género la mayoría la vivía en secreto, debatiéndose entre el temor al rechazo que esperaban recibir de su entorno y la sensación de ser un impostor fingiendo ser alguien que no eran. “Mentirle” a los amigos y a la familia lo describen como algo muy doloroso, pero tampoco creían posible que sus familias y comunidades pudieran
aceptarlos e integrarlos como los jóvenes trans que solo ellos sabían que eran. Esto los deprimía y desesperanzaba, y se debatieron largo tiempo en este conflicto, no encontrando una salida. Durante ese periodo varios dejaron de querer ir al colegio y de interactuar con otros, perdiendo el interés por todo. Evitaban a sus compañeros durante los recreos, almuerzos y actividades fuera de los colegios. Se aislaron. A veces la angustia que sentían era tanta que dejaban de asistir al colegio. De hecho, uno lo había dejado completamente. Otras/os lo abandonaron por un tiempo. El retiro del sistema escolar tampoco brindó alivio porque al retirarse de éste se cristalizaba para ellos la desesperanza respecto a la posibilidad de una inserción social. En este periodo algunas/os estuvieron deprimidos y manifestaron conductas de riesgo. Para ellas/ os la posibilidad de sentirse mejor solo surgió después de “salir del closet” y socializar su identidad. Para ellas/os, es este acontecimiento el que les ha permitido consolidar lazos de amistad que consideran gratificantes y genuinos.
La experiencia al socializar su condición y las respuestas de sus entornos fueron variadas y diversas. Algunas mejores que otras. Destaca la forma en que procedió uno de los colegios, mostrando evidente preocupación en que el proceso de transición se realizara de la mejor manera posible, tanto para el alumno, como para la comunidad escolar. Cuando este joven se animó a contar lo que vivía, primero a un profesor que sentía cercano y luego al psicólogo del colegio y a la dirección, el colegio se movilizó. Como no tenían experiencia previa con alumnos trans pidieron orientación a organizaciones de
diversidad sexual. Con esta ayuda decidieron primero informar a los docentes y luego a los alumnos en temas de diversidad sexual. Solo después, en una jornada dirigida por el director del establecimiento, hicieron pública la condición del alumno.
La reacción de los compañeros fue positiva, fueron acogedores, al parecer no estaban tan sorprendidos. Los profesores, a su vez, fueron respetuosos. En esta institución se connotó la decisión del alumno de socializar su condición cómo un acto de valentía y así se lo hicieron saber a él. A este joven lo vimos contento, trasmitiendo mucha vitalidad.
Pero esta experiencia de socialización es una excepción. Por lo general las comunidades escolares habían sido rechazantes.
Escuchamos experiencias de jóvenes que, si bien contaban con el apoyo formal de la dirección de sus colegios, de igual forma experimentaban el rechazo de profesores, compañeros y apoderados. Miradas críticas, burlas y negativas a llamarlos por su nombre social eran experiencias compartidas. También habían tenido que hacer frente a dificultades prácticas, como el uso de los baños, camarines, uniformes y participación en clases de educación física, en un contexto carente de normas claras para acoger la diversidad en el ámbito escolar.
Conversando con los/as jóvenes respecto al rechazo al que se enfrentan, ellas/os son muy enfáticos al plantear que esto se debe a la falta de conocimiento de la población respecto a temas de diversidad sexual. Si bien creen que hay ciertas posturas religiosas que serían más impermeables, piensan que la divulgación de información derribaría muchos prejuicios.
Les gustaría que tanto profesores como apoderados recibieran esta información y que la educación sexual que imparten en sus colegios también incluyera temas de diversidad sexual.
Para ellas/os el machismo también es un elemento que les ha dificultado la inserción social. Aludiendo a sus propias experiencias, señalaron que los hombres biológicos que transitan a una identidad femenina sufren mayor rechazo y discriminación que las mujeres que transitan a una identidad de género masculina. Discutieron acaloradamente respecto a esto llegando a la conclusión de que en nuestra cultura existiría una devaluación de lo femenino, mientras que lo masculino es respetado por representar fuerza y poder. Socialmente estaría más aceptado que una mujer biológica sea masculina mientras que un hombre biológico femenino es considerado “marica”. Los participantes trans hombres estuvieron de acuerdo con estas observaciones. Ellos creían haber sufrido menos bullying y tenían la sensación de ser menos maltratados que las trans mujeres.
Agregaron que se necesitan normas estrictas contra el bullying en el ambiente escolar. Sienten que los adultos no siempre cumplen con el rol protector que les corresponde, permitiendo negligentemente que el bullying entre pares ocurra.
Al finalizar la jornada la mayoría de las/os participantes manifestó lo mucho que les había gustado compartir sus experiencias. Agradecieron “ser escuchados”. Habían llegado con temor y desconfianza porque estaban “acostumbradas a ser violentadas” como nos explicó una de ellas, pero esta experiencia había sido buena. Esperaban que lo conversado se tradujera en cambios concretos, aunque manifestaron cierta incredulidad de que algo realmente ocurriera. Se despidieron cariñosamente de nosotras.
Por nuestra parte nos sentíamos privilegiadas de haber conocido a estos jóvenes. El encuentro había sido sincero y conmovedor. Teníamos mucho que procesar, pero en ese momento nos quedamos con la sensación que habíamos conocido a un grupo de adolescentes trans, que como todos los adolescentes, requiere del cuidado y protección de nosotros los adultos.
Después de conocerlos me resulta imposible no abrazar como propio el deseo de que estos jóvenes puedan vivir integrados a nuestra comunidad.
REFLEXIONES
Lo conversado y observado durante la jornada permite identificar dentro del grupo, tres formas de vivir la identidad de género trans en el ambiente escolar. Me parece factible pensar que otros jóvenes trans de nuestro país pueden tener experiencias similares.
Hay un primer grupo que podríamos llamar AISLADO/ASUSTADO, que evita socializar su condición dentro del ambiente escolar. No hacen pública su realidad y en general evitan el contacto interpersonal dentro del colegio. No tienen amigos cercanos, pasan los recreos solos o deciden retirarse del sistema escolar. Coincidentemente fueron los que menos participaron durante la actividad. Se veían decaídos, ensimismados, refugiados dentro de sí. Nos podemos preguntar: ¿su estado de ánimo cambiaría si hicieran pública su identidad de género? ¿Cuánto les afecta sentir que no pueden transparentar quiénes son realmente? ¿Sentirían menos necesidad de ocultarse si su identidad de género fuera conocida públicamente? ¿Menos miedo? ¿Podrían entonces crear vínculos íntimos y gratificantes? Hacer pública su condición implica lidiar con la posibilidad real de ser rechazados. Nos debemos preguntar entonces qué no estamos haciendo como comunidad, para que estos jóvenes puedan tener la seguridad que su condición será respetada y que ellos serán aceptados e integrados.
Existe un segundo grupo compuesto solo por jóvenes trans mujeres que podríamos llamar HERIDAS. Ellas han socializado su condición y han logrado un cierto grado de validación social de su identidad de género en sus colegios. Sin embargo, el proceso ha sido difícil y ha implicado mucha frustración y dolor. Representan el logro de una inclusión no exenta de dificultades. Han recibido apoyo de sus familias, y sus establecimientos escolares han respetado su identidad de género, pero no han sentido el respeto de todos sus compañeros o profesores. Se puede ver en ellas una actitud más combativa, tal vez incluso defensiva, acostumbradas al rechazo y a recibir agresiones. Su aspecto es llamativo e histriónico. Es como si, ostentando peinados y maquillaje, buscaran que su identidad de género fuera vista y reconocida. Esto concuerda con lo que Lemma (2013) ha identificado como la necesidad de personas trans de `ser vistos’ y validados en su experiencia subjetiva de género para alcanzar un mayor bienestar psicológico.
Un tercer grupo está constituido por los TRANQUILOS/ORGULLOSOS. La socialización de su identidad de género ha sido menos problemática y con mejor acogida en la comunidad escolar. La decisión de estos jóvenes de socializar su identidad de género había sido connotada por su entorno cómo un acto de valentía. Estos jóvenes se veían entusiastas y alegres.
Hablaban espontáneamente de sus amistades, parejas y proyectos a futuro. Parecían disfrutar de un bienestar más generalizado. En este grupo solo había jóvenes trans hombres.
COMENTARIOS FINALES
En estas/os jóvenes pudimos observar una relación entre inserción social, reconocimiento de sus identidades de género y bienestar emocional. A mayor aceptación social de su identidad de género, mayor bienestar. Estas observaciones son consistentes con las conclusiones de otros estudios (Tomic et al., 2016).
Lamentablemente el temor al rechazo y discriminación que lleva a muchos jóvenes trans a ocultar su identidad socialmente, muchas veces también los desincentiva a buscar ayuda psicológica (Calton, Bennett y Gebhard, 2016) durante el proceso de transición y en la etapa previa a la socialización de su identidad. Temen ser diagnosticados, patologizados, no comprendidos y por cierto existe el riesgo de que algo así ocurra. Nuestras buenas intenciones no nos liberan de la expresión, muchas veces inconsciente, de sesgos y prejuicios heteronormativos (Martínez et al. 2018). Lo que creo ayuda a que los terapeutasno cumplamos la profecía del rechazo y agresión tan temida por estos jóvenes, es que nos informemos sobre las realidades LGBTI y por sobre todo, que nos acerquemos y los conozcamos.
Bibliografía
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Lemma, A (2013) The Body One Has and the Body One Is: Understanding the Transexual´s Need to be Seen. Int. J. Psycho. 94(2). Pp. 277-292
Roughton, R. (2001) Four Men in treatment: An Evolving Perspective on Homosexuality and Bisexuality. J Am Psychoanal Assoc. Fall; 49(4):1187-217
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Martínez, C. Tomicic, A., Rodriguez, J., Aguayo, F. (2016) Adolescencia y Suicidio: Construcción Subjetiva del Proceso de Suicidio en Jóvenes Lesbianas, Gays,
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Tomic, A., Gálvez, C., Quiroz, C. Martínez, C., Fontbona, J., Rodríguez, J., Aguayo, F., Rosenbaum, C., Leyton, F., Lagazzi, I. (2016) Suicidio en poblaciones lesbianas,
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79 | Escritos Relacionales, IARPP-Chile
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