Comentario sobre Supervisión Clínica – Jessica Benjamin
La mañana del sábado 23 de marzo, el salón del Laboratorio Saval estaba con capacidad casi completa y la lista de espera para entrar a la actividad daba cuenta del interés que suscitó la última actividad de la visita internacional organizada por IARPP Chile este año.
Josefina González del Riego presentaba a su paciente, Amanda, y Jessica Benjamin escuchaba atenta.
Inicialmente el material parecía difícil de abordar, por la decisión de la presentadora de hacerlo usando poemas escritos por su paciente y entregando poca información biográfica.
Benjamin hipotetiza que su dificultad para hacerse una idea inicial de la paciente posiblemente reflejaba algo propio del caso. Se pregunta si al no tener un sentido cronológico del material, de la historia de la paciente y del proceso terapéutico, se estaba dando cuenta de una temática atemporal y estática, propia de la paciente y del tratamiento. Reconoce que lo descrito le suena familiar, pero que no logra conocer con precisión cómo ha sido el proceso. Cree que en ese momento recurrir a la teoría podría ser de utilidad para intentar salir de las tinieblas.
Se estira, mete su mano dentro de un bolsito de género que colgaba de su silla y extrae una carpeta roja. De la carpeta saca unas hojas sueltas – eran extractos de los escritos de Meira Likierman sobre el trabajo de Melanie Klein- y nos pide que se los traduzcamos a la audiencia.
Es un texto sobre las ansiedades depresivas, la culpa, la desesperanza y la necesidad de reparar. Luego ella agrega algunas ideas de Fairbairn en relación a cómo se viven estas ansiedades. Para él, estas pueden ser experimentadas en un “mundo moral” o en un “mundo trágico”, siendo la vivencia de estas ansiedades distinta en los distintos mundos y determinando diferentes grados de posible elaboración. Como dice el dicho, “es mejor ser pecador en un mundo con ley, que santo en el infierno”, dado que en este último la reparación no es posible.
El “mundo con ley” o el “mundo moral” surge cuando en el desarrollo normal de un niño, luego de las inevitables rupturas y fallas del medio, los cuidadores restauran el “orden” y logran remediar las faltas de sintonía. Se instaura así una confianza en un “mundo moral”. Sin embargo, las ansiedades depresivas no siempre son vividas con esta confianza.
En el “mundo trágico” no hay confianza en la posibilidad de la reparación, porque las restituciones del “orden” que deberían haber ocurrido en el pasado no sucedieron. Benjamin plantea entonces que el mundo de la paciente está en ruinas y que necesita estar constantemente reparando un daño que ella cree haber provocado (inicialmente a su madre), y que por características reales de la pérdida que vivió, le cuesta aceptar que ella no es culpable.
La lectura del texto y las primeras asociaciones de Jessica, hacen que Josefina recuerde un escrito de la paciente que no había mostrado aún, que calza de manera sorprendente con lo que estábamos leyendo de Klein y con lo que Jessica estaba comentando.
El escrito de la paciente que lee Josefina apoya la comprensión que planteó Benjamin respecto a la necesidad de Amanda de reparar. Se puede empezar a entender la disociación que mantenía la paciente de sus propias necesidades al estar siempre preocupada de las necesidades de los otros y no escuchando las propias. Se lograba entender también por qué cuando Josefina le mostraba a su paciente esta disociación, esta se deprimía expresando mucha melancolía. Jessica plantea que sacarla de la disociación y contactarla con las carencias reales que había sufrido en su vida traía consecuencias complejas. La paciente se enojaba por los padecimientos que había sufrido. Al enojarse, y dado que las pérdidas que había sufrido eran reales, se terminaba sintiendo culpable, en un “mundo trágico” y en ruinas.
Benjamin toma las hebras entregadas por Josefina y Amanda y comienza el tejido – la paciente vive en un mundo sin ley ni reconocimiento, por lo que se instala la idea que “sólo uno puede vivir” – o ella o su madre. En el encuentro con Josefina, y luego de años de trabajo cuidadoso y cercano, puede ir emergiendo un mundo donde el reconocimiento de las necesidades de Amanda Y las de los demás pueden existir – aparece la posibilidad que ambas puedan vivir.
La mañana termina con un cálido intercambio con los asistentes.
En conversaciones posteriores, tanto Josefina como Jessica rescatan el carácter casi mágico que tuvo el encuentro. El primer momento de desconcierto, seguido por la capacidad de ambas de sostener el no entender ni saber, dio paso la aparición en la mente de Jessica de los escritos de Klein, que calzaban de manera intrigante con los escritos, hasta ahí no conocidos, de la paciente. Esta espera pareciera haber dado lugar al encuentro misterioso entre ambas mentes – la de Jessica y Josefina – y permitió que lentamente se fueran hilando la elaboración y comprensión, tejida a cuatro manos, en presencia de todos nosotros.
María José Mezzera y Pia Varela