Andrea Rihm – Comentario a Presentacion de J. Benjamin

En “Más allá de “sólo uno puede vivir”: testimonio, reconocimiento y tercero moral” Jessica Benjamin plantea una serie de preguntas particularmente relevantes para nuestro tiempo: ¿qué hace posible la posición de reconocimiento? ¿qué la previene? ¿qué perpetúa la disociación respecto al sufrimiento de otros?


Estas preguntas resuenan con fuerza en el contexto actual, que autores como Byun-Chul Han (2010) o Richard Sennett (2006) han caracterizado como marcado por el exceso de estímulos y ofertas, en que el riesgo es entumecernos, situarnos más como consumidores que como ciudadanos, y en que el exceso de posibilidades termina volviéndolas “más de lo mismo” y –hasta cierto punto– invisibilizando la otredad. En este sentido, es posible pensar que ciertas características de nuestro tiempo promoverían la vivencia de que parece imposible estar comprometidos con otros sin que eso implique perder (o renunciar a) los propios privilegios, lo que intensificaría la dificultad para posicionarnos como testigos activos ante situaciones sociales que requieren nuestro compromiso ¿Cómo mantenernos empáticamente vinculados con el sufrimiento de otros si el mundo parece ser mucho más de lo que podemos ver y tolerar?


En relación con las experiencias de trauma colectivo, las reflexiones y propuestas de Jessica Benjamin destacan el rol crucial de ser testigos comprometidos para evitar una falla que acentúe las experiencias traumáticas y de daño. La función de los testigos –que incluye el reconocimiento del sufrimiento y la validación de la realidad del trauma– no sólo es fundamental para aminorar o reparar el sufrimiento en el mundo social, sino para que sea posible la constitución de un “tercero moral”. En este sentido, su propuesta apunta hacia el desarrollo de una “ética psicoanalítica” y abre la posibilidad de cuestionarse cómo ésta podría desplegarse también fuera de los espacios que el psicoanálisis tradicionalmente ha habitado, que han tendido a restringirse al campo clínico. Así, nos invita a pensar en cómo tender puentes –de manera sistemática e institucional– entre la clínica psicoanalítica y la realidad social, de un modo que trascienda los esfuerzos individuales (y por lo mismo) aislados.


Andrea Rihm
Psicóloga