Santiago 23 de Agosto 2020.
Agosto, 2020. Cinco meses, tal vez algo más, en cuarentena. Testigos dolientes de una pandemia que azota a la humanidad. Atónitos ante un fenómeno planetario. Algunas mentes preclara lo predijeron pero, tal como a los antiguos profetas, muy pocos escucharon.
Innumerables recomendaciones, foros, ensayos, trabajos acerca de la pandemia y su significado. Ansiedad y miedo generalizado. La muerte anda suelta y, fuera de encerrarnos y protegernos para que no entre a nuestros hogares, no hay mucho más que hacer por el momento. No hay un signo que podamos poner en nuestras puertas para que la plaga desatada no penetre en nuestros hogares.
Ya no dependemos de ningún Dios para que nos proteja. No podemos respirar el mismo aire. Hacemos correr peligro a los demás y ellos a nosotros. No podemos abrazar, darnos la mano. Somos una especie, en su condición esencial, táctil, necesitamos tocarnos, sentir la calidez del otro en un apretón de manos, un abrazo o un beso. Francesca Colzani también resalta la importancia del ruido compartido con los pacientes en la consulta, una sonoridad que envuelve, una envoltura sonora que de modo no-consciente nos permite tener la experiencia de habitar un mundo compartido.
La cotidianeidad que dábamos por garantizada se hace presente en cuanto quedamos perplejos y mudos ante su ausencia. En esta cotidianeidad el otro, aquel extraño que encuentro en mi camino, es un enigma que puede llegar a resolverse en una confianza que lo hace más cercano, portador o portadora de vida o al menos de no-muerte, a quién me puedo acercar o al menos de quién no necesito alejarme. Estamos viviendo en una realidad distópica como tanto se ha insistido. Parte de esta, es que como practicantes de la psicoterapia hemos tenido que volcarnos a la atención online. Como se ha señalado en las dos jornadas que nuestro Capítulo ha organizado vía Zoom se trata de cómo poder “Estar contigo a la distancia”. Esta práctica ha sido exigida en estos días a una adaptación repentina , disruptiva, para la mayoría ajena, extraña y muy cansadora, incluso agotadora. Será por el esfuerzo de adaptación el cual incluye la contención de las propias ansiedades del terapeuta sumadas a las del paciente. Se ha hecho presente y se ha develado que la contención emocional es mutua, tal vez mucho menos asimétrica de lo que creíamos.
Adaptarse no significa sometimiento a la realidad, ni desmentida de la misma. Su sentido más propio incluye también las modificaciones llevadas a cabo tanto en la realidad externa como la interna. Podríamos sugerir junto a Winnicott, en aquella área intermedia de la experiencia que se considera como la permanente tarea humana de mantener unidas y separadas ambas realidades.
Adaptarse, al incluir la actividad necesaria para modificar realidades, necesita del concurso de la propia agencia. No solo sostenerla, sino además un mayor requerimiento de la misma en estas circunstancias. Esto incluye aprender de la experiencia, otro sello de lo que podría considerarse una adaptación genuina y exitosa.
La agencia requerida ha sido considerada, en general, como el atributo de un individuo separado de la comunidad. Al considerar la mente como inevitablemente un producto social, la agencia, experimentada como personal, se transforma en una danza de agencias, la cual es inseparable del empeño comunitario por adaptarse a situaciones inéditas . Esto significa que la adaptación es un empeño comunitario continuo, no consumado.
La temporalidad se ha visto afectada. Como decía una paciente, la sucesión de los numerosos días de la cuarentena, colapsan en la sensación de que se trata de un solo día, un presente continuo en el que al parecer el pasado se ha hecho más presente. Como me escribe lúcidamente Enzo Cáceres: “La cuarentena impone a ratos una temporalidad que vuelca intempestivamente el pasado en el presente. Jirones del tiempo ya sido se sustraen del ocultamiento que nuestra acción suele reclamarle a nuestra memoria para alumbrar de ella solo aquello que se anude adecuadamente a una acción requerida.” Tal vez esta presencia del pasado lleva a revivir viejas heridas y resentimientos, que en el aislamiento y confinamiento del hogar, se manifiestan en el aumento de la violencia intrafamiliar que es otra plaga que azota a quienes están en los más vulnerables, niños y mujeres. También como terapeutas hemos tenido que lidiar con ello.
La descripción de este momento histórico excepcional como solo requiriendo nuestra adaptación, puede ser insuficiente como ha señalado Jaime Landa. El ha resaltado la novedad excepcional a la cual nos hemos visto enfrentados. Hay algo más en lo que está sucediendo, algo cuya superación requiere un reconocimiento intersubjetivo de cada uno a cada otro, una coalición de conciencias como ha señalado Kamala Harris. ¿Qué otra cosa es usar una mascarilla sino que reconocernos mutuamente como sujetos vulnerables?
Vulnerabilidad que nos iguala en nuestras diferencias y de la cual nos olvidamos con nuestros privilegios.
Se ha tratado para nosotros y muchos de nuestros pacientes de la toma de conciencia de nuestra situación privilegiada. Esta pandemia no ha hecho más que acentuar la desigualdad abismante en que habitamos y la necesidad de restablecer un mundo justo en el que el abuso sistemático no sea pan de todos los días y la condición humana, con los derechos que la acompañan, sea reconocida en cada hombre, mujer, niño, niña por igual. Enfrentamos un futuro incierto y es desde esta incertidumbre que se puede vislumbrar construir un mundo con un orden mínimamente predecible para todos y en que la imagen angustiosa del mundo, descrita por Claudio
Durán, en que muchos habitan, pueda resolverse en una nueva cotidianeidad, más solidaria, en la cual, reconociéndonos los unos a los otros como sujetos iguales con subjetividades distintas, podamos construir un mundo en común. No podemos olvidar por lo que estamos pasando. Recordar etimológicamente deriva de cor, corazón, volver a pasar por el corazón. También se relaciona recordar con despertar. Retener emocionalmente el recuerdo de un despertar.
En la Editorial Germán Morales señala como nos ha cambiado la relación entre el adentro y el afuera. En el psicoanálisis se privilegió durante mucho tiempo el insight, mirar hacia adentro, como factor curativo primordial. Hoy también destacamos como factor curativo esencial los momentos de encuentro. Estos se construyen desde una conciencia intersubjetiva del momento presente. Aquel micro momento preñado del flujo experimentado de un pasado transitando por el presente hacia el futuro. En este momento, la conciencia compartida es la de un despertar a la verdad de estar siendo-con-otro en la que se devela cada cual siendo en su espontaneidad. No es solamente un mirar hacia dentro, sino un mirar juntos hacia ese nosotros que está ahí con nosotros. También se trata entonces de un “outsight,” de mirar hacia afuera, y recordar en ese despertar junto al otro. Chile despertó. Hemos podido mirar desde un afuera que se ha volcado hacia adentro y un adentro que se ha volcado hacia afuera.
Ojalá no olvidemos y recordemos junto a Gabriela Mistral que como humanos aún necesitamos humanizarnos.
Juan Francisco Jordan
Presidente IARPP-Chile