“No sirve de nada saber la definición del dolor, sí antes no se lo ha sentido”
Pascal
Jaime Landa
El feminismo como movimiento social y corriente de pensamiento sin duda, ha sido central en la problematización de las categorías de género asignadas por la cultura o definidas de antemano sólo desde lo biológico. El feminismo, además, nos instala de lleno, en los cuestionamientos sobre cómo comprender la noción de sujeto desde el pensamiento contemporáneo. Un sujeto que se entiende en permanente construcción que se despliega. Un sujeto que se va constituyendo al cual llegamos y del cual no partimos. Un sujeto que se aleja de los conceptos de “naturalización” del pensamiento esencialista. Un sujeto que requiere ser pensado en su constitución desde diferentes entradas, que nos abren un horizonte amplio y diverso.
Es en este contexto que quisiera hacer una reflexión de la performance “El Violador eres Tú” del Colectivo Las Tesis. Sin perder de vista, que cualquier lectura sobre una escena o de un texto, es algo que nos interpela y en consecuencia nos pone “dentro” de lo visto, de lo leído, de lo escuchado, esta, no será, entonces, si no, otra tesis, sobre Las Tesis. La neutralidad, esa aspiración de la modernidad, parece cada vez más lejos y de pronto no es más que un mal sueño.
El grupo Las Tesis instala, nos muestra la violación a la mujer en su constatación más cruda, fuera de eufemismos y metáforas. Como vemos es desde la forma como se denomina este grupo, el que nos plantea un giro en la manera en como mirar lo que se escenifica, el concepto de tesis es instalado fuera del mundo académico, la constatación de lo planteado no requiere una retórica barroca e insustancial, ellas son “las tesis”. A diferencia del mundo académico, donde “las tesis” de los alumnos son el producto más claro, de un mercado que produce tesis y cuyo fin es solo justificar el que la enseñanza sea un negocio que requiere productos (hay cientos de tesis que se han echo y que no sabemos su sentido). Acá las tesis son, en ese acto performativo de la escena, ellas mismas en tanto muestras de hipótesis y conjeturas que en su actuar son lo que dicen.
La escena se realiza en el espacio público, el público se ve interpelado por lo dicho, este lugar se extiende, se universaliza. Lo que vemos es que se multiplican las plazas, las calles donde se reproduce esta escena, son otros idiomas, otras culturas, es el mundo que es el espectador y también su escenario, es una escena que se reproduce en cualquier lugar. En ese momento ya se ha viralizado, el lugar donde se realiza performáticamente es “su” lugar.
“El violador eres tú”, está dicho no desde un nosotras a un ustedes, es, en el espacio íntimo del tú, donde se da esta cruel afirmación, recordándonos que es, en este lugar privado donde la violación se produce, es en este ingreso violento que trastoca toda referencia de lo privado donde la violación se realiza. En este caso, solo busca el placer violento del violador, el placer es del tu del violador, en su clara representación “falo-logo-céntrico”
Es ese yo del violador, abusivo, un yo instalado por el capitalismo, un yo imposible de ser pensado en comunidad, en conjunto, con “otras” y “otros”, un yo, solo, que busca el gozo desenfrenadamente, un gozo violento, un yo que adquiere su sentido al modo narcisista, es decir en la negación y desmentida del otro, es ese yo que reverbera en su monólogo, es ese el que viola.
“El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer”, Foucault señala que es el entorno al poder “es esencialmente lo que reprime”, es decir el poder no está ubicado en un lugar, se da en su producción de verdad, en su efecto. Podemos pensar entonces que el patriarcado, como forma de poder, no existe en un lugar, si no en las acciones que este ejerce, una de ellas la más importante, es el establecimiento de un orden simbólico que imposibilita cualquier otro. Lo vemos en la historia de la mujer que nos muestra la dificultad que le ha implicado tener un lugar como sujeto de vida, de derecho, el poder votar, poder decidir, tener autonomía para desplazarse, disponer de sí misma, como un territorio ajeno.
De esa forma el patriarcado imposibilita otro orden simbólico. Esta afirmación es brutal cuando pensamos lo que ha significado a lo largo de la historia, donde el juicio emitido es absoluto. Es cierto que se han dado cambios no menores, pero en su obviedad resultan increíbles, la mujer es ahora una sujeta, como se refiere Rita Segato.
Diferentes autoras feministas han elaborado y elaboran nuevas formas de “desarmar” este concepto, que ha utilizado tantas “armas” letales. Acá la violación del patriarcado sobre “la otra “que nace es negando su existencia. Con los esclavos ocurrió algo similar, es una violación a su identidad a través de la negación de esta, los eslavos no existen, su cuerpo no le pertenece si no a su dueño. De esta forma, tenemos que pensar -siguiendo a Segato- que la violación es un hecho político no moral.
Cuando el grupo tesis habla lo hace desde una diversidad estética, son distintas mujeres que remarcan esa diferencia en una visualidad múltiple exponiéndose, y exponiéndonos sus cuerpos, la vestimenta es la usada para salir a la fiesta, en la noche (en alguna entrevista que dieron señalan que se vistieron de una forma en que usualmente se hace al salir de fiesta, o de noche).
La palabra “exponerse” la tomamos acá en su significado de “poner fuera”, “dar a saber algo”, de esa forma vemos que sus cuerpos “dan a saber algo” “ponen fuera algo”. Ese algo, es posible leerlo como lo íntimo, lo propio, y que como toda intimidad es frágil, en tanto no tiene resguardo.
La lectura desde un registro binario masculino básico, lo lee como el “ofrecimiento” de un cuerpo, un cuerpo que se me ofrece, es decir es interpretado en esta acepción del exponerse en el sentido de ubicar algo en una posición peligrosa, y por lo tanto también “utilizable” por otro. En la lógica del mercado neoliberal esta utilización del otro se da en la explotación, siendo esta posible cuando el otro tiene una posición de fragilidad que impide una negociación simétrica. Así los sindicatos intentan disminuir esa asimetría, de forma que la violación a la mujer sigue esa lógica de interpretación de la exposición de la intimidad de “la otra”, como fragilidad, y en consecuencia a ser utilizada, explotada. Esa intimidad adquiere la presencia ya no de una otra si no de una cosa, de un objeto, la mujer es vista fragmentada: son sus pechos, sus glúteos, sus piernas, siendo frecuente la explicación de que “ella me provocó”, “para que visten así”, que sigue esa idea tan primitiva del aprovechamiento, de la violencia como una oportunidad.
Pienso al escribir sobre la puesta en escena del grupo Tesis, si no son demasiadas palabras para decir algo que fue tan bien dicho en tan pocas. Tal vez esa síntesis de discurso y cuerpo en un mensaje claro y preciso logró que fuera rápidamente entendido por las mujeres en el mundo, y espero por los hombres de todo el mundo.
Pienso en las palabras de Pascal con que parte esta reflexión, los hombres hablamos de un dolor que no hemos sentido, pero del que sí sabemos teóricamente, no digo qué no hay hombres violados, la pedofilia, la cárcel, que son algunos lugares donde esto pasa, y también es cierto, que podemos hablar de la violación en un sentido genérico cómo la violación a nuestros derechos humanos, la violación del mercado etc. etc. Lo que no sabemos es lo que es ser violada por ser mujer, por esa construcción cultural que determina el ser mujer, y que nos pone al hombre en el potencial violador: Eres tú.