Supervisión caso clínico: Amanda2

Josefina González del Riego

Introducción

En el mes de Marzo recibí una sorpresiva e inesperada invitación de Ma. José Mezzera a presentar material clínico para el taller de supervisión con Jessica Benjamin, donde me había inscrito entusiasmada para asistir como oyente. Inicialmente decliné, ya que me parecía que no tenía ninguna experiencia clínica significativa que pudiera relacionarse con el tema enunciado por Jessica: “Relational Enactment and Play”.

Sin embargo, inesperadamente se me vino a la mente Amanda y su persistente afán, de los últimos años, por escribir y dar testimonio de su largo trabajo psicoterapéutico conmigo. Eran ensayos de escritura que traía a sus sesiones donde los leíamos y repasábamos en conjunto. Ella, que había mantenido durante largo tiempo un silencio vergonzoso, privado y secreto de su intimidad y su psicoterapia, había decidido compartir y hacer pública su experiencia. Lo hacía, aspirando a que pudiera ser de utilidad a otros, ya que a ella le hubiese ayudado leer un testimonio veraz, desde la perspectiva del paciente. En sus escritos señalaba que ella había buscado, “con ansia y sin éxito, escritos de personas que hubiesen atravesado una terapia profunda, ardua, compartiendo la penetrante verdad de sus luchas, sus dudas, sus impotencias. En los momentos en que sentía que era imposible continuar, sé que hubiese sido muy valioso para mí que alguien me hubiera dicho, sencillamente, que a pesar de lo difícil, era factible vivirlo, atravesarlo, perseverar: es posible y una bendición.”

Dudosa, le comenté a Ma. José, a grandes rasgos, sobre Amanda y la particularidad del trabajo con ella, para ver si lo consideraba pertinente con el contenido del taller. Su decidido aliento me dio el empujón final para sumarme al desafío de exponer y exponerme, al igual que Amanda, y compartir mis propios cuestionamientos, aciertos y desaciertos de esta larga travesía conjunta.

El corto plazo disponible de preparación, me ayudó a abreviar la revisión del material de tantos años. Me posibilitó, por otra parte, dar el primer paso en mi postergado compromiso de empezar yo también, desde mi perspectiva, a escribir y complementar los escritos de Amanda.

La Presentación del taller

Tomé la opción de presentar a Amanda, en el taller de supervisión, a través de sus poesías. Estas fueron algunas de las que pudo empezar a escribir y animarse a mostrarme, después de varios años de terapia. Me parecía que retrataban certeramente lo central de sus profundos pesares y temas que la atormentaban. A la vez, podían trasmitir de manera elocuente, el clima emocional que se creaba cuando Amanda utilizaba este modo de comunicación, al ir develando y compartiendo la intensidad de su mundo afectivo.

DOLOR

Dolor es

Quemarte tus propias manos.

El dolor suena a un

Gemido silencioso.

Sabe a

sed inagotable,

Huele a

un cuerpo enfermo que tu “debes lavar”.

Se parece a

una mano

lisiada

y a una alma

trizada.

El dolor es no querer ser

la persona en el espejo

al mirar

la verdad al desnudo.

Algunos dicen

que debes pasar por el dolor real

para dejar atrás tu sufrimiento.

En tu dolor está tu libertad……

Pero para mí,

ahora

El dolor es sólo dolor.

PAIN

Pain feels like

Burning your own hands.

Sounds like

Crying

in silence

Tastes like

endless thirst,

Smells like

a sick body “you” have to wash.

Pain looks like

a crippled hand

a wounded soul.

Pain is not wanting to be the person in the mirror

after looking

at the naked truth.

Some say

Real pain is what you must go through

to leave your suffering behind.

In your pain is your freedom….

But for me, now

Pain is just pain.

LA CULPA

La culpa se asemeja a

Tener los hombros encorvados,

Por una invisible carga pesada,

a una sombra sin fin,

a tener que cerrar los ojos .

La culpa se siente como

estar atado,

no poder bailar.

como

un nudo en el alma.

La culpa suena como

tambores antes de una sentencia de muerte.

La culpa me viene por ser yo mismo y no sentirme culpable.

Culpa es saber que quieres que alguien muera.

La culpa es no recibir la sangre de alguien.

Culpa es romper con una madre enferma

Culpa es celebrar tu cumpleaños.

Culpa es tener un hombre muerto escondido en tu conciencia y

bailar.

GUILT

Guilt looks like

drooping shoulders, a heavy load, the longest shadow, closed

eyes.

Guilt feels like

being tied, not being able to dance.

Guilt feels like

a knot in your soul.

Guilt sounds like

drums before a death sentence.

Guilt comes from being myself and not feeling guilty.

Guilt is knowing you want someone to die.

Guilt is not receiving someone’s blood.

Guilt is breaking away-leaving a sick mother

Guilt is celebrating your birthday.

Guilt is having a dead man on your conscious and dancing.

Never a Pillow

Some bony stories

Need to be forgotten

My body though,

Has a poignant, merciless memory.

My body

Never forgets.

Whenever we give it some space,

Make room for it,

Invite it to dance.

It misbehaves.

My heart and soul

Shiver,

Choke,

freeze, hurt.

My body doesn´t seem to care

That we don`t want to

know.

It speaks out loud,

Reveals our secrets,

Confesses the hidden pain-

It seems

to have to.

Of all that lies between my skin

and my soul,

Of all those slippery,

nameless,

secret parts

That I am,

What I fear the most are my bones.

I fear their stiffness, their foreverness.

Bones don’t bend, wear out, crumble…

They can`t draw back, hide.

Bones don`t cry or choke or sweat.

Bones don’t bleed or sigh.

Bones,

Bones just remain

Reminding us,

Silent witnesses.

Bones are stiffer, crueler than death.

Bones shaped my mother-

Bones shape me.

They remind me how we belong.

They cripple my soul.

My bones,

The bones of my bones

Still feel her bones in the dark.

We know they haven’t died.

We know where they remain.

Under the heavy wooden lid,

In the hole on the wall,

Her bones remain.

Her bones remain.

Death didn’t take her bones.

Not even death can carry them.

I have no space for your bones under my skin.

I don’t want them creeping on my bed,

Haunting my dreams.

Arching my back.

Filling this page.

My soul’s soul

craves to find the correct place

To leave them,

Put them down gently,

To honor –

Not abandon them.

Not relinquish them

I can`t discard them,

There on the cold wall, Not I

Accused of not caring enough…

A bone is always a bone.

The reminder of all

that lies between the skin

and the soul.

A bone is always a bone

never a pillow.

Nunca Almohada

Algunas historias de hueso

Necesitan ser olvidadas

Aún así,

Mi cuerpo,

Tiene memoria

conmovedora y

despiadada.

Mi cuerpo

Nunca olvida.

Cada vez que le damos un poco de espacio,

Le hacemos un hueco,

Lo invitamos a bailar.

Se porta mal.

Mi corazón y mi alma

Sufren escalofrío,

ahogo,

congelación,

dolor

al verlo.

Parece no importarle

que nosotros no queremos

saber.

Habla en voz alta,

Revela nuestros secretos,

Confiesa el dolor escondido.

Parece que

tiene

que hacerlo.

De todo lo que hay entre

mi piel y

mi alma,

De todas esas partes resbaladizas, sin nombre, secretas

que soy,

Lo que más temo son mis huesos.

Temo su rigidez, su eternidad.

Los huesos no se doblan, no se desgastan, no se desmoronan….

No pueden retirarse, esconderse.

Los huesos no lloran ni se ahogan ni sudan.

Los huesos no sangran ni suspiran.

Los huesos,

Los huesos sólo permanecen

Recordándonos,

Testigos silenciosos.

Los huesos son más rígidos,

más crueles que la muerte.

Los huesos dieron forma a mi madre.

Los huesos me dan forma a mi.

Me recuerdan que nos pertenecemos.

Me paralizan.

Los huesos de mis huesos

Aún sienten sus huesos en la oscuridad.

Sabemos que no han muerto.

Sabemos que permanecen

Bajo la pesada tapa de madera,

En el agujero de esa pared,

Sus huesos permanecen.

Sus huesos permanecen.

La muerte no se llevó sus huesos.

Ni siquiera la muerte puede llevárselos.

Pero yo,

No tengo espacio para tus huesos bajo mi piel.

No quiero que se adueñen de mi cama,

Acechen mis sueños,

Arqueen mi espalda,

Llenen esta hoja.

El alma de mi alma

anhela encontrar

un buen

lugar

donde

soltarlos ,

suavemente,

dejarlos,

honrarlos.

No puedo abandonarlos.

Ni renunciar a ellos

No puedo desecharlos ,

Dejarlos allí

en la pared fría-

Yo no.

Yo

la acusada

de indiferencia ….

Un hueso es siempre un hueso.

El recordatorio de todo lo que hay entre la piel

y el alma.

Un hueso es siempre un hueso,

nunca almohada.3

Primeros Encuentros

La primera vez que conocí a Amanda estaba de 8 meses de embarazo, esperando a su tercera hija. Consultaba por sugerencia de una amiga, mamá de un compañero de colegio de su hijo mayor de 10 años, quien habría percibido cómo le estaba afectando al niño su difícil embarazo. Además, le costaba el colegio y ella tenía que estar encima de él para que rindiera. El perdía en demasía todas sus pertenencias; la corbata, los útiles. Ella, a su vez, le gritaba y perdía la paciencia.

Estaba hinchada, congestionada, respirando ruidosamente, mientras subía con dificultad la escalera de mi consulta, en un día de

agobiante calor. Me conmovió la honda preocupación por su hijo que la llevaba a consultar en ese estado.

Había estado varios meses en reposo en cama por hiperenemis. Me explicó que era como si estuviera envenenada, donde el cuerpo rechazaba el huevo y se tenía la sensación constante de estar intoxicada, llagada entera.

Le daba pena porque notaba que le había afectado a su hijo, al ser ellos dos muy unidos. Hace dos años había perdido un bebé y su hijo, a diferencia de su marido, estaba muy preocupado y pendiente de ella: “de noche cuando vomitaba se levantaba y se quedaba todo el rato en la puerta del baño preguntando, “mamá ¿estás bien?”.

Lloró cuando se refirió a cómo le costaba trabajar sintiéndose mal. Es educadora, tiene varios cursos a su cargo y considera que se ha sacrificado mucho.

Al despedirnos, posiblemente ante algún comentario mío que descansara o se cuidara, me respondió con naturalidad, que evitaba estar en cama ya que le recordaba a su madre, siempre en cama, llorando. Me explicó, de una manera casual, que su madre había

quedado postrada para siempre a raíz de la anestesia en su nacimiento y que gritaba de noche, como una loca.

Esta manera directa de referirse al estado de su madre no se dio nunca más. De a poco, y a través de los años, fui enterándome con más detalles del “accidente” que tuvo su madre. En el parto, la madre tuvo un paro que le provocó un daño neurológico severo.

Todos pensaban que por la anoxia que había sufrido la madre, ella también iba a ser “enferma”. Sin embargo, la sacaron por cesaria de urgencia y ella no sufrió daño. En cambio la madre, tuvo además, una infección por estafilococo, que la dejó dañada corporalmente, quedando entera rígida, con sus manos y pies crispados.

Trabajé durante un tiempo con el niño, con sesiones paralelas con los padres. Tiempo después consultó por su segunda hija de 8 años, ya que se sentía afligida por el rechazo y distancia que le provocaba el modo de apego posesivo, mandón, exigente y ansioso de la niña. Ésta sufría de miedos, con dificultades de separación.

En una de las sesiones, hizo referencia a una intervención terapéutica de regresión que había llevado a cabo, con la intención de

buscar un nexo positivo de vida con su madre. Lloró con intensidad al evocar la experiencia prenatal. En esa oportunidad, pudo

verse ella cortando el cordón umbilical para no seguir unida a su madre. Terminó la experiencia sin haber podido encontrado lo que

desesperadamente buscaba; algo bueno de ella para quedarse con ello. Por el contrario, se había visto parando el flujo de sangre

entre ella y su madre. A modo de explicación dice “no sé…para sobrevivir pero también frialdad de mi parte”.

Pudo expresar el pesar profundo o desesperanza que sentía, a pesar de su actitud de lucha. Le pesaba no encontrar nada positivo

asociado a la imagen de su madre. Lo que más le dolía era el registro que la mamá NO QUERÍA vincularse con ella, ni la miraba. En

cambio su propia madre enferma había querido volver a estar con su mamá para ser cuidada, evidenciando que tenía interiorizada

una dimensión positiva del cuidado materno.

En un momento hizo un alto para señalar la vergüenza que sentía al estar tocando estos temas. Admitió que estos mismos sentimientos

vergonzosos le surgían en situaciones difíciles, cuando sentía que necesitaba a su mamá. Sabiendo, al mismo tiempo, que

era algo inexistente, inapropiado, añorar algo que nunca había tenido.

Mencionó las dificultades con su marido que le reprocha, no entiende el significado más profundo que tiene para ella esta pérdida,

esta ausencia de su madre Con sollozos dijo que sólo necesitaba que alguien valorara, reconociera la importancia de la dificultad,

más que retarla por ello.

En esa oportunidad, agradeció mi disposición a seguir tocando el tema en otra sesión como el disponer de un espacio para expresar

sus diversas preocupaciones centradas en sus hijos.

Después de finalizar la experiencia terapéutica con su hija, aceptó continuar con sesiones individuales para ella.

Estableciendo el Proceso Terapéutico

Estuvimos varios años antes de llegar a establecer un proceso terapéutico regular. Ella estaba acostumbrada a una modalidad de intervención

terapéutica intensiva acotada de días o semana. Valoraba con profunda gratitud sus anteriores experiencias terapéuticas.

Conservaba lazos de afecto y amistad con una de sus terapeutas, participados en distintos talleres dirigidos por ella y un connotado

terapeuta humanista, Claudio Naranjo.

En las sesiones, sufría de un pudor y vergüenza paralizante, que la llevaba a enunciar, sin dar detalles, sus experiencias y vivencias.

Cuando se sintió con mayor confianza, levantaba su dedo índice, trémula, para indicarme que no pronunciara ciertas palabras que

pasaron a estar vedadas: “mamá”, “revivir”, “disfrutar”, entre otras, tenían un efecto desgarrador. Fueron largos años de búsqueda

antes que ella pudiera sentir la libertad para hacerlo más directamente.

Paulatinamente, empezaron a instalarse en la terapia sus abatimientos profundos y el cuestionamiento radical, de ella y míos, de mi

habilidad para lidiar con ellos.

En una oportunidad, cuando estaba llorosa contando la experiencia de haber tenido que dejar su lugar confortable de trabajo y lo

violento del cambio, lo conectó con otras experiencias de su infancia donde había tenido que dejar colegios, países, personas, amistades,

por mudanzas debido al trabajo del padre y su nueva señora. Evocó su deseo de acercarse a su abuela, que era cariñosa y la

imposición de un “NO”, como algo indebido. En ese momento, conmovida, me sentí impulsada a acercarme a ella y sentarme a su lado.

Mi postura hasta ese momento, era de una disposición de acogida respetuosa y de escucha, donde la abstención de tocarla me parecía consecuente. En esa oportunidad, sin embargo, no tuve dudas de la necesidad de proveerle una mayor cercanía corporal.

Ella, por otra parte, interpretaba esta actitud mía de cuidado y distancia física como un rechazo hacia ella. No entendía por qué yo no la consolaba. Sólo aceptaba con tristeza que “por algo” yo no quería hacerlo, y ese “por algo”, siempre estaba teñido con algo que le confirmaba lo malo o peligroso de ella.

En las siguientes sesiones se mostró ausente, ida, a pesar de ella. Dio a entender que se le hacía tan largo y difícil los períodos entre las sesiones, por lo que se retiraba y desinteresaba. Me acerqué nuevamente a su lado, sin mirarla y sin que tuviera ella que hacerlo. Después de un largo silencio pudo decirme que se sentía muy mal después de las sesiones: le quedaba doliendo largamente todo el cuerpo, las piernas.

En una próxima sesión trajo unos sueños. La enfermera de la mamá le decía que no podía consolarla porque su padre le había dicho que no. Luego en otra situación, un profesor le decía que no podía ayudarla por la misma razón.

Se fue angustiando, perdiendo el habla, con un compromiso corporal de parálisis, adormecimiento, calambres, dolor de piernas y manos crispadas. Nuevamente me acerqué a su lado cuando mencionó que había tenido un sueño y recordó la sensación helada que le produjo.

En la sala estaba un ataúd y ella al principio hacía caso omiso, como algo natural. Pero en otro momento, considerando que era demasiado, me lo decía; y yo le respondía que así tenía que ser.

Le propuse vernos más seguido la próxima semana, al notar el impacto que estaba teniendo la emergencia de estas experiencias perturbadoras, que porfiadamente buscaban ser reconocidas.

En otra ocasión, más adelante, pudo balbucear y preguntarme porqué le hacía preguntas que la alteraban tanto, ¿por qué se las hacía igual, a pesar de saber que la molestaban o herían en demasía? Estuvimos analizando en conjunto y finalmente le hicieron sentido mis intentos de aclaración. Yo hacía referencia al valor de compartir en compañía, para intentar sobrellevar o atenuar el dolor y el poder de las palabras para facilitar hacerlo. Sin embargo, esta tranquilidad duró poco y pronto yo también perdí este poder, quedándome sin palabras o explicaciones convincentes. Entendía intelectualmente mis explicaciones pero no lo vivía así; al contrario, tomaban más fuerza sus lacerantes recuerdos.

Yo le había ofrecido la posibilidad que pudiera enviarme mensajes o llamarme en los períodos de ausencia, al haberme ella manifestado lo difícil que se le hacía el término de sesiones; sobre todo en aquellas donde se conectaba con sus experiencias estremecedoras.

En una ocasión, al no responder oportunamente una llamada, me envió un mensaje: “¡No puedo creer que no me salude!”. Me sentí en falta y quedé largamente tratando de entender por qué, sabiendo de su dificultad, no estuve más atenta. Peor aún, cómo explicárselo a ella.

Sobrevino un período muy difícil, donde me debatía tratando de encontrar la manera en que pudiera ella admitir la desilusión de sus expectativas de mí. Tal como, a propósito de mi falta de respuesta, como una áspera realidad, que la llevaba a constatar la dura exclusión de mi vida. No encontraba yo la manera de admitir el daño causado y asumir mi responsabilidad. Y que, a la vez, ella pudiera aceptar su particular sensibilidad, sin que esto implicara devolverle toda la responsabilidad a ella por su reacción.

Fue un tiempo prolongado de padecimiento, angustia e intensos sentimientos de vergüenza de Amanda, donde se perdía o desconectaba de manera brutal de su cuerpo.

Al mismo tiempo, dolorosamente, objetaba mis intervenciones. ¿Para qué la confundía al comparar lo que ella era capaz de hacer con sus alumnas, de preocuparse por lo que ellas sentían, de su delicadeza y determinación para ganarse a las más hoscas, rechazadas, huérfanas de cariño, con la situación de ella, cuando sabía que era tan distinta? ¿Por qué le quitaba el valor de ser ella capaz de entregarse amorosamente, a pesar de sus experiencias de vida, al inquirir quien se preocupaba de ella? Eran dos realidades distintas que no debían juntarse, ni confundirse. Constatar la diferencia la entristecía y angustiaba. ¿A quién le importaba ella?

¡Quién iba a estar dispuesto a hacerlo por ella!

Mi afán de invitarla a considerar que la compañía íntima, como la posibilidad de ser acogida, eran bienes de los cuales no tenía que estar condenada a estar excluida, lo sentía una insensibilidad de mi parte. Si yo sabía que ella no tenía quién lo pudiera hacer por ella. No le correspondía y era una ilusión de la que tenía que protegerse. Todo esto la hacía sentir que tenía una falta vergonzante, que la llenaba de indignidad y la llevaba a esconderse; que nadie la mirara ni ella mirar a nadie.

Tampoco tenía derecho a que yo me preocupara por ella, si yo sólo cumplía un rol, que podía dejar de cumplirlo cuando quisiera.

Como por ejemplo, en una ocasión en que viajé al sur y ella se había preocupado por lo tarde que era. A mí, en cambio, no se me había ocurrido avisarle que había llegado bien. Había sido una cruel decepción confirmar que yo no la tenía en mente para pensaren ella y ratificaba que ella no tenía derecho de saber de mí, ni preocuparse de mí. Una sensación que había vivido mucho de niña, lejos de su madre.

La única ventaja, parecía ser, el que yo permaneciera a su lado, intentando lidiar con esta situación donde ambas quedábamos entrampadas; ella en el sufrimiento sin salida y yo en la imposibilidad de darle respuesta a sus apremiantes interrogantes y cuestionamientos.

Durante ese extenuante período, nos auxiliaron y sostuvieron los poemas, cuentos, leyendas y escritos que traía a sesión. La amplia gama de poetas, literatos, místicos poblaban las sesiones y le prestaban sus voces para expresar lo indecible de sus experiencias íntimas.

En la sensible compañía de todos ellos, fuimos repasando la amplia, sutil y compleja gama de emociones y sentimientos. Fuimos tanteando el desgarro del dolor, la catástrofe de la incomunicación, el hielo del desamor pero también la reafirmación gozosa de la vida en el encuentro con otros y el amor inagotable por las palabras, sobre todo de las poesías.

Paulatinamente, se fue animando a traer sus propios escritos, sus comentarios, poemas que daban cuenta de sus letanías enloquecedoras, sus vivencias sepultadas, incrustadas en su cuerpo, que la atormentaban. A través de éstos, pudo compartir su desamparo brutal y desconsuelo en que quedaba después de las sesiones, paralizada, con las heridas abiertas, sin piel y sin suficiente tiempo para rearmarse.

Impotence of Dry Roots

I have ritually submitted to

the beating

of forbidden words,

to the fire of so many lethal

questions…

I haven’t run away from the

enormous effort to bring

to light what has been lying,

in my soul’s coldest cavern .

I have traversed and inhabited

its dark swampy bottom.

Yet,

Nothing is resolved,

everything is deferred.

I bleed.

In furious waves

memories of

aching loneliness,

mute fears,

denied pain ,

living shame.

rise again.

Nothing is resolved,

everything is deferred.

An abyss and high winds cradle me.

My dry roots,

accustomed to

nothingness,

do not know how to

sink into the

generous earth,

to nourish and

protect themselves.

I can’t get what I need.

How can children be comforted with

a hug?

Nothing is solved, everything is

deferred.

Pills that dry tears,

erase loneliness,

weld broken bones?

Nothing is solved, everything is

deferred.

Impotence.

I insistently seek another way to

forget the facts and focus on the

truth.

Nothing is resolved, everything is

deferred.

I repeat again and again…

“Something different may come up,

there are no fixed rules for

relationships.”

Nothing is resolved, everything is

postponed.

Can the cord that has been cut ever

beat again?

Everything is deferred

Nothing resolved.

My dry roots crackle

Impotencia de Raíces Secas

Me he sometido ritualmente a la paliza

de las palabras prohibidas,

al fuego de tantas preguntas letales…

No le he hecho el quite al

esfuerzo enorme de sacar

a luz lo enterrado,

en la caverna más fría de mi alma.

He recorrido y habitado

En su fondo pantanoso oscuro.

Pero,

Nada se resuelve, todo se posterga.

Me voy sangrando.

En furiosos oleajes

se han levantado nuevamente

recuerdos de soledades profundas,

de miedos mudos,

penas negadas,

vergüenzas vivas.

Nada se resuelve, todo se posterga.

Me acuna el abismo, el viento.

Mis raíces secas, acostumbradas a

la nada,

no saben hundirse en la tierra generosa,

nutrirse y protegerse.

No puedo recibir lo que necesito.

¿ Pero

cómo los niños solo necesitan un abrazo?

Nada se resuelve, todo se posterga.

¿Píldoras que secan el llanto

borran la soledad

sueldan los huesos rotos?

Nada se resuelve, todo se posterga.

Impotencia.

Busco insistentemente otro camino

olvidar los hechos y centrarme en la verdad.

Nada se resuelve, todo se posterga. Repito

una y otra vez…

“Puede surgir algo distinto,

no hay reglas fijas para las relaciones.”

Nada se resuelve, todo se posterga.

¿El cordón cortado puede seguir latiendo?

Todo se posterga

Nada se resuelve.

Fui palpando mis propias limitaciones para consolarla, acompañarla, ayudarla. Quedaba ubicada y me sentía como “un espejo negro”, que sólo reflejaba su soledad y mi desapego. Peor aún, que la sometía a crueles torturas sin darme cuenta de ello, por indiferencia, escudada en que así era como tenía que ser. Este registro me llevó a acoger su necesidad de hacer un alto, de considerar la posibilidad de interrumpir las sesiones durante un tiempo, hasta que se recuperara, asegurándole que iba a estar disponible para cuando ella lo estimara oportuno. Después de pensarlo unos días, reafirmó su compromiso para continuar con lo que estimaba era su última oportunidad para alcanzar vida verdadera y la paz interior ansiada.

Black mirror

I go to you

in search of a window

to connect me to the world

beyond us.

A door into existence.

You, instead, a black mirror .

I am back to me.

My own eyes

must set my eyes free.

My own hands

must hold mine tight

to cross the busy avenues,

discipline me,

retaliate,

lay the bricks

and knead.

My own feet must single out

the better footpath

My heart must love alone

Espejo negro

Buscando

Una puerta

a la existencia,

más allá de nosotras,

Voy hacia ti.

En tus ojos busco una ventana

Que me conecte con el mundo

Tú, en cambioespejo

negro

Me vuelves a mí.

Mis propios ojos

deben abrir mis ojos.

Mis propias manos

deben

tomarme de la mano

para cruzar

la calle peligrosa.

Yo sola

debo

Disciplinarme,

Perdonarme.

Yo

poner los ladrillos

yo amasar.

Debo seguir

Mis propias huellas

En la arena

Mi corazón debe amar solo.

Comentarios Finales

He mostrado parte de la valiente trayectoria de Amanda en su búsqueda por “andar en verdad” (Santa Teresa) y lograr ocupar un legítimo lugar en esta vida. En particular, he mostrado aquellos momentos donde caminábamos al borde del derrumbe.

Yo me siento privilegiada con su confianza para haber compartido su mundo secreto, oculto, íntimo y haber puesto a prueba y desafiado mi genuina disposición para hacerlo como también la de ella.

He confirmado el valor de la perseverancia y del mutuo compromiso que nos permitió tolerar el desaliento y la abrumadora desesperanza en los períodos difíciles de la terapia. Si bien es cierto que sabía, por la historia de Amanda, que estas vivencias estaban agazapadas, aguardando la oportunidad para presentarse, no me imaginaba la intensidad y fuerza arrolladora de ellas. Como tampoco que me iban a despojar, por largos períodos, de mis habituales herramientas y certezas.

Sin embargo, estando a la intemperie con mi ignorancia, gradualmente pude ir recomponiéndome, recurriendo, en particular, a mi práctica de trabajo con niños. Tales como la disposición a observar, para ir descifrando las claves de su lenguaje corporal, recogiendo sus modos de expresión más allá de las palabras. O la posibilidad de poder yo utilizar, con mayor libertad, mi propia corporalidad, al servicio de su necesidad de comunicación y acogida. Pude, de esta manera, permanecer y acompañarla en silencio, tanteando cuándo interrumpirlo o cuándo esperar a que emergieran las palabras con las que pudiera nombrar y dar forma a sus complejidades.

Paulatinamente, fui aprendiendo a confiar en el valor de permanecer con ella, sobre todo en las ocasiones donde yo había fallado.

Descubrí el valor de asumir el riesgo de reconocer la responsabilidad de mis errores y el inevitable daño que podía provocar, sin quedar inhabilitada o aniquilada por ello. La lectura de un artículo de Benjamín, “Nuestra Cita en Tebas”, me alentó a apostar a que predominara la valía de mi presencia viva junto a ella, a pesar de mis yerros. No desaparecer, para continuar la búsqueda con ella, ya que la confirmación de mi fracaso significaba la confirmación de su condena a padecer por el irremediable mal perpetrado por ella.

En esos oscuros períodos, además, fue inapreciable contar con la riqueza y fiel compañía de sabios y poetas de todos los tiempos, como la de diversos autores y teóricos que yo buscaba para iluminarme. En conjunto, nos ayudaron a sobrellevar las inevitables caídas en el vacío, los duros malos entendidos y desencuentros, alimentando nuestra apertura para aprender de la experiencia.

Amanda me presentó a su corte de poetas y poetisas preferidos y aprendí a apreciar la belleza y poder evocativo de sus obras, recurriendo a ellas para nombrar lo innombrable de sus experiencias.

Entre tantas cosas, aprendí de ella el valor de agregar, sumar la diversidad de sus distintos mundos, de los aprendizajes de las distintas personas, sin forzar una integración que la confundía y empobrecía.

La experiencia de supervisión

Cuando terminé de exponer se produjo un largo silencio, sin comentarios de parte de Jessica, que me produjo cierta inquietud ansiosa.

Pausadamente, fue comentando que la modalidad de mi presentación, por la atemporalidad del proceso y la falta de informaciónbiográfica, le dificultaba situarse en la intervención terapéutica. Podía ligarlo con la atemporalidad del trauma, pero no parecíaencontrar elementos más significativos en el material.

Retrospectivamente, pienso que la manera que presenté a Amanda al público reprodujo el modo como ella misma se fue revelandoen su largo proceso terapéutico, sin poder dar mucha información sobre ella misma. Había que dejarse impactar, sin entender mayormente,tolerando el angustiante no saber qué decir, cómo responder a sus tormentosas preguntas, cómo comprenderla sin preguntar.

Confiando en que el inquietante vacío pudiera sostener la búsqueda de alguna conexión o sentido.

De alguna manera, es lo que sucedió en el taller, y lo que llevó a Jessica considerar oportuno recurrir a la teoría para ayudar a iluminar y articular el material presentado. Hizo referencia a la disociación y las conceptualizaciones de Klein sobre la posición depresiva, proponiendo leer un párrafo del texto de Liekerman que traía consigo. En éste la autora, plantea la utilidad de distinguir los diferentes estados mentales o tendencias conflictivas incluidas en la posición depresiva descrita por Klein, designándolas con términos distintos. La tendencia trágica, estaría centrada en la experiencia psíquica de pérdida y daño irrevocable del objeto, como consecuencia de la agresión del sujeto. La tendencia moral, en cambio, se asentaría en la capacidad de experimentar culpa por los ataques hacia el objeto frustrante, aceptando la responsabilidad por ello y, por ende, la capacidad de reparación del objeto interno.

Una vez finalizada la lectura, volvió a preguntar detalles de la vida de Amanda, que le permitieron hacer referencia e ilustrar los modos de intervención terapéutica relacional en casos similares. Al escucharla, en ese momento me recordé del testimonio de Amanda que no había alcanzado a incluir en la presentación y procedí a leerlo.

Es lo que quisiera compartir a continuación, en la misma secuencia que se dio en el taller, como un sorpresivo agregado.

“Cuando por algún motivo yo llegaba feliz de haber logrado conectarme, tocar a alguna alumna difícil, o haber podido tolerar y contener a algún hijo en forma especial, Josefina llevaba la conversación a comparar lo que había hecho yo, lo que podía dar yo, con el apoyo que tenía yo, preguntaba sabiendo la respuesta, ¿quién me cuidaba a mí?, ¿Quién me contenía a mí? Ella sabía que nadie, que justamente yo vivía una orfandad profunda y dolorosa y sin embargo me lo sacaba a relucir. Estas comparaciones las sentía crueles, injustas, me confundían, entristecían y llenaban de desesperanza. Me abría la añoranza, el deseo sabiendo que no tenía quien me pudiese llenar ese anhelo de ser amada, cuidada maternalmente. Aun no entiendo bien el sentido de estas comparaciones, a pesar de que le he podido preguntar en varias ocasiones porqué lo hacía y me lo ha tratado de explicar. Creo que tiene que ver con que yo me incluyese también en el mundo de los que reciben, ver la verdad de mi desamparo para poder hacer algo con él, hacerme consciente del vacío para poderlo ir llenando. A pesar de que siempre descansé en que no lo hacía para herirme y confié en que tendría sus motivos; sus comparaciones me desarmaban y dejaban en un vacío, inseguridad y una soledad profunda. La alegría de poder querer bien, a pesar de tanto desamor, la seguridad de saber que en mí, permanecía, a pesar de todo, una parte sana, me era arrebatada violentamente, con la pregunta que venía siempre a continuación….¿ Y a Ud.? Mezclaba lo que a mi parecer no se podía mezclar y lo bueno que yo pudiese dar se transformaba en algo sin valor, algo que quizá yo hacía inconscientemente para tapar mi realidad de desamparo. Ella parecía no valorar lo que yo valoraba tanto, no se detenía ni alegraba conmigo, venía de inmediato la fatal comparación.

Estos escenarios los hemos revisado juntas en múltiples ocasiones. Al revisar he podido aprender que se puede hacer daño y que en las relaciones el daño es inevitable a pesar del gran cuidado que podamos tener.

Debido a estas situaciones vividas con Josefina en terapia he podido tener la experiencia de lo que es la reparación. Hoy sé que hay algo más poderoso que el daño. El error, no tiene por qué ser siempre irremediable, fatal. Entendí la esperanza que surge también de la caja de Pandora.

Me conmueve la humildad abierta y sincera para plantearme que quizá se equivocó, que no había podido entender aún el gran significado que tenía para mí que ella pudiese apreciar lo logrado por mí, sin mezclar, enredar, contaminar las cosas. Pude reconocer y llorar esta pena en su compañía y asombrosamente recibir aquello que podía dar pero que no había podido experimentar personalmente.

Estos regalos íntimo, esta finura que ha recibido mi corazón me ha ido reponiendo, aliviando, sanando… Son los tesoros

escondidos por los que he dado todo lo que tengo.”

La lectura del testimonio fue la culminación del interesante y provechoso diálogo entre el material presentado y el desarrollo conceptual

de Jessica, que se había estado desplegando y armando en el transcurso del taller. Además de confirmar sus planteamientos, de manera sincrónica e inesperada, le dio un giro vivencial y emotivo a la presentación, que finalizó con un gran aplauso de la audiencia.

Para finalizar, incluyo unos párrafos de la excelente reseña de la jornada, realizada por Ma. José Mezzera y Pía Varela “Benjamin hipotetiza que su dificultad para hacerse una idea inicial de la paciente posiblemente reflejaba algo propio del caso. Se pregunta si al no tener un sentido cronológico del material, de la historia de la paciente y del proceso terapéutico, se estaba dando cuenta de una temática atemporal y estática, propia de la paciente y del tratamiento. Reconoce que lo descrito le suena familiar, pero que no logra conocer con precisión cómo ha sido el proceso. Cree que en ese momento recurrir a la teoría podría ser de utilidad para intentar salir de las tinieblas.

En conversaciones posteriores, tanto Josefina como Jessica rescatan el carácter casi mágico que tuvo el encuentro. El primer momento de desconcierto, seguido por la capacidad de ambas de sostener el no entender ni saber, dio paso la aparición en la mente de Jessica de los escritos de Klein, que calzaban de manera intrigante con los escritos, hasta ahí no conocidos, de la paciente. Esta espera pareciera haber dado lugar al encuentro misterioso entre ambas mentes – la de Jessica y Josefina – y permitió que lentamente se fueran hilando la elaboración y comprensión, tejida a cuatro manos, en presencia de todos nosotros”.